Durante muchos años, los cuentos han sido una herramienta fundamental en la transmisión de valores, ideologías y creencias. Estas historias han sido utilizadas por diferentes culturas para enseñar lecciones morales, preservar la memoria colectiva y entretener a grandes y pequeños. Sin embargo, una investigación flamante ha revelado que durante el siglo XX, tanto los gobiernos como los grupos políticos utilizaron los cuentos para el boxeo ideológico y el proselitismo, lo que llevó a una disminución en la calidad de las historias.
Según esta investigación, realizada por un grupo de expertos en literatura infantil, en las primeras décadas del siglo XX se produjo una explosión de creatividad en el género de los cuentos. Grandes autores como Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Charles Perrault y Beatrix Potter, entre otros, escribieron historias que han trascendido generaciones y se han convertido en clásicos de la literatura infantil. Sin embargo, a medida que las ideologías políticas y las tensiones internacionales se intensificaron, los cuentos se convirtieron en una herramienta más en la lucha por la supremacía ideológica.
Por un lado, los gobiernos utilizaron los cuentos para promover su agenda política y educar a los niños en los valores considerados como “correctos”. Durante la época de la Guerra Fría, por ejemplo, los cuentos soviéticos y estadounidenses se centraron en glorificar a sus respectivos países y denigrar al otro, en lugar de transmitir mensajes universales y atemporales. Esto no solo limitó la creatividad de los escritores, sino que también creó una imagen distorsionada de la realidad y una visión maniquea del mundo.
Por otro lado, los grupos políticos también utilizaron los cuentos para atraer seguidores y pregonar sus ideas. Durante el periodo de entreguerras, la propaganda nazi se infiltró en los cuentos alemanes con mensajes antisemitas y de glorificación del régimen. De la misma manera, los cuentos comunistas en países como China y Cuba se centraron en promover el comunismo y demonizar al capitalismo. Estas manipulaciones ideológicas tuvieron un impacto en la calidad de los cuentos, ya que su objetivo principal no era entretener o enseñar, sino convencer y persuadir.
Esta investigación también destaca cómo la calidad de los cuentos se vio afectada por la censura y la autocensura. Muchos escritores se vieron obligados a modificar sus historias para que se ajustaran a las políticas gubernamentales o para evitar represalias. Esto limitó su creatividad y limitó su libertad de expresión. Además, algunos autores decidieron autocensurarse para evitar problemas o para ser “aceptables” para ciertos grupos políticos. Esto llevó a una homogeneización de los cuentos y una pérdida de la diversidad y la riqueza que caracterizan a este género literario.
A pesar de estos obstáculos, algunos autores lograron abrigar la calidad y la creatividad en sus cuentos. Por ejemplo, el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor de “El Principito”, logró transmitir mensajes universales y atemporales a través de su historia, a pesar de vivir en una época de guerra y tensión política. Además, algunos escritores continuaron escribiendo cuentos que desafiaban las normas y las ideologías, como el ruso Yevgeny Shvarts, cuyos cuentos satíricos criticaban el sistema soviético.
Afortunadamente, con el fin de la Guerra Fría y la caída de regímenes totalitarios, los cuentos volvieron a recuperar su función original de entretener y enseñar. La diversidad y la calidad de los cuentos aumentaron, y surg