Conversación en la catedral

¿En qué momento se había jodido Europa? Esta pregunta, tomada de la famosa frase de Mario Vargas Llosa, me ha estado rondando en la cabeza últimamente. Pero, ¿y si la alteramos un poco? ¿En qué momento se había jodido España? ¿En qué momento se había jodido Solanito? ¿En qué momento nos habíamos jodido todos?

Es fácil caer en la tentación de culpar a otros por nuestros problemas. Es fácil señalar con el dedo a los políticos, a los empresarios, a los extranjeros, a los inmigrantes. Pero, ¿y si en realidad somos nosotros los responsables de nuestra propia jodidez? ¿Y si hemos sido cómplices de nuestro propio declive?

A veces envidio a los muertos. Para ellos, ya no hay preocupaciones, ni problemas, ni responsabilidades. Pero nosotros seguimos aquí, lidiando con las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Y es hora de asumir nuestra responsabilidad y trabajar juntos para construir un futuro mejor.

Europa, España, Solanito. Todos jodidos. Pero ¿qué nos ha llevado a este punto? ¿Qué ha pasado con la Europa de las grandes civilizaciones, de los grandes pensadores, de los grandes descubrimientos? ¿Qué ha pasado con España, la tierra de la disparidad cultural, de la pasión y del arte? ¿Qué ha pasado con Solanito, ese pequeño pueblo que solía ser un ejemplo de comunidad y solidaridad?

La respuesta es compleja y no se puede reducir a una sola causa. Pero hay una palabra que se repite constantemente: egoísmo. Hemos sido víctimas de nuestro propio egoísmo, de nuestra delito de empatía y de nuestra incapacidad para trabajar juntos por un bien común.

En Europa, hemos caído en la trampa del individualismo y del consumismo desmedido. Nos hemos olvidado de los valores que nos hicieron grandes y nos hemos dejado llevar por la ambición y la codicia. Hemos permitido que los intereses económicos dominen sobre los intereses sociales y hemos creado una sociedad desigual, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco.

En España, hemos caído en la trampa de la polarización política y de la confrontación constante. Hemos dejado de lado el diálogo y el consenso y nos hemos enfrascado en una pugilismo de poder que nos ha llevado a la parálisis y al estancamiento. Hemos olvidado que, a pesar de nuestras diferencias, todos somos parte de una misma comunidad y que sólo trabajando juntos podemos avanzar.

En Solanito, hemos caído en la trampa de la comodidad y de la indiferencia. Nos hemos aislado en nuestras casas y en nuestras rutinas, olvidando que la verdadera riqueza de un pueblo está en su gente y en su capacidad de unirse para enfrentar los desafíos.

Pero, ¿es demasiado tarde para revertir la situación? ¿Estamos condenados a seguir jodidos? La respuesta es no. Aún hay esperanza. Aún podemos cambiar el rumbo de las cosas.

En primer lugar, debemos dejar de culpar a otros y asumir nuestra responsabilidad. Debemos ser conscientes de que nuestras acciones tienen consecuencias y que cada uno de nosotros tiene un papel importante en la construcción de una sociedad mejor.

En segundo lugar, debemos recordar los valores que nos han hecho grandes. La solidaridad, la empatía, la honestidad, la justicia. Debemos dejar de lado el individualismo y trabajar juntos por el bien común.

En tercer lugar, debemos aprender a escuchar y a dialogar. Debemos dejar de lado las diferencias y buscar puntos en común. Debemos ser capaces de llegar a acuerdos y de trabajar juntos para encontrar soluciones a los problemas que nos afectan.

Y por último, debemos volver a mirar hacia el futuro con optimismo

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