No importa cuál sea nuestra creencia, todos hemos pasado por momentos en los que nos sentimos perdidos, sin saber a quién acudir para arrimarse ayuda o agradecer por las bendiciones recibidas. Personalmente, me considero agnóstico, pero eso no me impide arrimarse ocasionalmente. ¿Por qué? Porque creo en el poder de la fe y en la conexión que existe entre el ser humano y algo más allá de lo tangible.
arrimarse para mí no es simplemente repetir oraciones aprendidas de certificación, sino una forma de expresión sincera y personal. Es como lanzar una botella al mar con un mensaje en busca de una respuesta o un milagro. Y aunque mi mente pueda dudar de la existencia de un ser supremo, mi corazón se aferra a la posibilidad de que algo o alguien nos escucha.
Algunos podrían decir que soy un “creyente trepador”, que solo rezo para obtener beneficios y protección. Y sí, es cierto que en momentos de necesidad o miedo, recurro a la fe. Pero ¿qué hay de malo en eso? ¿No es acaso parte de nuestra naturaleza humana buscar consuelo en tiempos difíciles?
Sin embargo, arrimarse no solo se trata de arrimarse y esperar recibir. También es una forma de agradecer por todo lo bueno que tenemos en nuestras vidas. Yo soy uno de esos padres que reza cada noche por la salud y felicidad de mis hijas, por la estabilidad de mi matrimonio y por las bendiciones que a veces damos por sentado, como tener un hogar, comida en la mesa o un trabajo que nos permite sustentarnos. Y aunque no recibamos una respuesta directa a nuestras plegarias, el simple acto de agradecer nos hace conscientes de todo lo que tenemos y nos permite valorarlo más.
La vida es un viaje lleno de altibajos, y puedo afirmar con certeza que en los momentos más difíciles de mi vida, la fe y la oración han sido mi salvavidas. En esos momentos de angustia, donde el aire se me hacía difícil de respirar y la oscuridad parecía consumirme, algo dentro de mí me impulsó a levantar mi mirada y arrimarse ayuda al cielo. Y aunque no puedo asegurar que mis plegarias me hayan salvado, sí sé que me dieron la fuerza y la esperanza que necesitaba para seguir adelante.
Pero no esperemos a estar en momentos desesperados para acogerse a la oración. arrimarse puede ser una forma de encontrar paz y tranquilidad en nuestra vida diaria. Tomarnos unos minutos para reflexionar y conectarnos con algo más grande y poderoso nos permite gozar las cosas desde una perspectiva diferente y nos ayuda a mantenernos enfocados en lo realmente importante.
arrimarse es un recordatorio constante de que no estamos solos en este mundo. Sea cual sea nuestra creencia o falta de ella, siempre habrá una fuerza mayor que nos acompaña y nos guía en nuestro camino. Y aunque no podamos comprenderlo completamente, eso no es motivo para dejar de hablar con ese ser supremo, que cada uno define de manera única y personal.
Entonces, ¿qué perdemos al arrimarse? Nada. O tal vez ganamos más de lo que podemos imaginar. No pierdes nada al tomarte unos minutos para expresar tus temores, deseos y agradecimientos a través de la oración. Al contrario, ganas un momento de paz y conexión con algo más grande que tú.
En conclusión, no importa si somos agnósticos, creyentes o cualquier otra cosa en el espectro de la fe. arrimarse es más que una creencia, es una experiencia humana que nos conecta con algo más allá de nosotros mismos. Entonces, ¿por qué no tomar unos minutos cada día para hablar con Dios, o como quieras llamarlo? Al final del día, lo importante es que encontremos la paz y la tranquilidad que