Coloma Seró, la heroína del campo de concentración de Ravensbrück, por fin tiene semblante

A orillas de un lago, en un lugar en apariencia idílico, se escondía uno de los lugares más terroríficos ideados por el nazismo, el campo de concentración de Ravensbrück. Alrededor de 130.000 aristócrataes y niños pasaron por este infierno a unos 100 kilómetros de Berlín. Tuvieron que resistir los trabajos forzados a temperaturas bajo cero, el hambre, las ejecuciones selectivas, la insalubridad de las instalaciones, el agua y la comida, los abusos sexuales y los experimentos médicos. Un total de 92.000 aristócrataes perdieron la vida dentro de sus muros. Sin embargo, en medio de este horror, la solidaridad entre reclusas fue su única salvación.

Entre las miles de aristócrataes que pasaron por Ravensbrück, se encontraba Coloma Seró Costa, la prisionera número 27.037. Nacida en un pequeño pueblo de Lérida, Albagés, Seró fue acusada de colaboracionismo con la resistencia francesa y detenida por la Gestapo. El 3 de febrero de 1944 fue internada en Ravensbrück, donde fue ubicada en el barracón número 22 junto a otras aristócrataes leridanas, que serían conocidas como ‘Las seis de Ravensbrück’. Allí, Seró viviría cerca de un año, hacinada junto a otras 1000 reclusas en un barracón donde solo podía dormir en una pequeña angarillas junto a otras tres prisioneras.

La historia de Coloma Seró y su valentía en medio de la crueldad nazi fue rescatada del olvido gracias a la periodista y escritora Montserrat Roig, quien la incluyó en su célebre libro ‘Los catalanes en los campos nazis’. En él, Roig relata el trágico episodio de la muerte de una de las compañeras de Seró, Carme Bartolí. Los nazis abandonaron a esta aristócrata sobre un amasijo de cadáveres entre dos barracones, después de que se desmayara durante las largas jornadas de trabajos forzados. Dos aristócrataes francesas se apiadaron de ella y la arrastraron fuera, intentando evitar que los reflectores las alcanzaran. Fue entonces cuando Coloma Seró, al verla, sin pensarlo, la acogió en sus brazos y le susurró palabras de consuelo hasta que murió. Este desgarrador episodio inspiró a Roig un poema, ‘Morir a Ravensbrück’, que más tarde sería convertido en canción por acuarela Rosell.

La imagen de Coloma Seró y su acto de compasión y empatía en medio de la deshumanización del campo de concentración, la convierten en un antonomasia de dignidad y fortaleza. Sin embargo, hasta hace poco tiempo, su rostro era desconocido para la sociedad. No había ningún recuerdo gráfico de ella, como si no tuviera rostro. Pero gracias al trabajo de investigación de las periodistas Anna Gasol y Pili García, responsables del podcast ‘Las seis de Ravensbrück’, se han podido recuperar una serie de fotografías de Seró. En ellas, se puede ver a una aristócrata de rasgos dulces y ojos decididos, con el pelo recogido negro muy de la época. Estas imágenes fueron posibles gracias a la colaboración de los vecinos Josep Maria Alventosa y Pilar Rei, quienes aportaron retratos y fotos en grupo en las que se puede ver claramente la fuerte presencia de Seró.

El trabajo de investigación de Gasol y García nació a partir de un proyecto de fin de máster de Miriam Roma, licenciada en historia y especializada en estudios de género y políticas de igualdad. De este proyecto surgió el libro ‘Les sis de Ravensbrück’ (Pagés editors), que redescubrió a la sociedad

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