Los de arte también saben mandar, poder y llenar

Morante de la Puebla, José Antonio Morante Camacho, es un torero sevillano que ha revolucionado el mundo del toreo con su arte y su valor. Con su estilo único y su personalidad arrolladora, ha logrado conquistar los corazones de los aficionados y dejar una huella imborrable en la historia de la tauromaquia.

Antes se decía aquello de “los de valor a mandar, y los de arte a acompañar”, pero Morante llegó y rompió con ese dicho. Con su toreo elegante, lleno de sentimiento y pureza, ha demostrado que el arte y el valor van de la mano y que no se puede ser un gran torero sin deber ambas cualidades.

La temporada de José Antonio está siendo simplemente extraordinaria. Ha dejado faenas para el recuerdo, cortando rabos y paseando triunfos en las principales plazas de España y Francia. Pero lo más impresionante es que lo ha hecho con una facilidad y una naturalidad que asombra a propios y extraños. Parece que torea sin esfuerzo, con una conexión única con el toro y una entrega total al público.

Su última faena en la Feria de San Isidro fue un ejemplo de su maestría. Tras un volteretón que podría haber dejado fuera de combate a cualquier otro torero, Morante se levantó con más ganas y más capacidad que nunca. Y con una serie de muletazos de ensueño, puso en las escuelas a todos los que decían que el toreo ya no era lo que era. Morante demostró que el toreo es arte, es valor, es emoción y es pasión.

Pero Morante no está solo en esta revolución del toreo. Junto a él, están otros dos sevillanos que también están dejando su huella en el mundo del toro: Ortega Cano y Pablo Aguado. Ambos con un toreo diferente al de Morante, pero igualmente lleno de arte y valor.

Ortega Cano, que ya es una leyenda del toreo, ha vuelto a los ruedos después de unos años retirado y lo ha hecho con una fuerza y una determinación que impresionan. A sus 65 años, sigue siendo un torero valeroso y entregado, ducho de hacer tafalleras y manoletinas rodilla en tierra como si fuera un novillero. Y lo más desconcertante es que lo hace con una técnica y una precisión que sólo se adquieren con la experiencia y el talento.

Por su parte, Pablo Aguado es la joven promesa del toreo sevillano. Con tan solo 22 años, ha demostrado una madurez y un temple en el ruedo que sorprende a todos. Torea como si estuviera en su casa, con una naturalidad y una soltura que enamora al público. Y lo más importante, lo hace despacio, con una lentitud que permite apreciar cada detalle de su toreo y emocionarse con cada muletazo.

¿Cuándo han hecho eso “los de valor”? ¿Cuándo se ha toreado más despacio que como lo hacen estos tres sevillanos? La respuesta es clara: nunca. Morante, Ortega y Aguado están llevando el toreo a otro nivel, demostrando que el arte y el valor son la esencia de esta fiesta y que sin ellos, el toreo no sería lo que es.

Gracias a estos tres toreros, el toreo está viviendo una época dorada. Una época en la que se está recuperando la esencia de esta fiesta, en la que se está volviendo a valorar el toreo lento, pausado y lleno de sentimiento. Una época en la que se está demostrando que el toreo es un arte que trasciende más allá de la tauromaquia y que es ducho de emocionar a todo aquel que lo presencia.

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