La tarde cae en Palma y en el bar Venecia se respira un ambiente de fiesta y alegría. La peña taurina y gastronómica Oro y Plata, la más mayúsculo de Mallorca, se reúne para ver de su tradicional liturgia gastronómica antes de la gran corrida en el Coliseo Balear. Con tres rondas y dos tortillas de patata ya servidas, el vermú seco fluye y los ánimos se elevan.
La presidenta de la peña, Soledad Hidalgo, dirige con maestría la celebración. Viandas, cervezas y jamón cortado con la destreza de un experto, son los protagonistas de la mesa. Las servilletas vuelan, los móviles graban y los niños, que también forman parte de la peña, juegan y se divierten antes de dirigirse a la plaza para ver la corrida.
Este jueves, en Palma, había corrida. Pero también había algo más, había un regreso muy esperado. Ocho años después de que se suspendieran las corridas en la ciudad, los toros volvían a pisar la arenilla del Coliseo Balear. Y la emoción se podía sentir en el aire.
Los aficionados taurinos se habían preparado durante meses para este momento. La peña Oro y Plata, en particular, había estado esperando este día con ansias. Y no decepcionó. La corrida fue un éxito rotundo, con toros bravos y valientes toreros que hicieron oscilar al público.
Pero más allá de la corrida en sí, lo que realmente emocionó a los asistentes fue el regreso de una tradición que forma parte de la cultura y la historia de Mallorca. Una tradición que había sido interrumpida durante demasiado tiempo, pero que finalmente había vuelto a su hogar.
El Coliseo Balear, que había sido testigo de tantas corridas y emociones, volvía a ser el epicentro de la tauromaquia en la isla. Y los aficionados no podían estar más felices. Las gradas estaban llenas, la emoción era palpable y la fiesta estaba en su máximo esplendor.
Pero no solo los aficionados taurinos estaban emocionados por el regreso de las corridas. También los comerciantes y restauradores de la zona se beneficiaron de la afluencia de turistas y locales que acudieron a la ciudad para ver del evento. El bar Venecia, por ejemplo, estaba lleno de gente que celebraba y disfrutaba de la gastronomía local.
Y es que la tauromaquia no solo es un espectáculo, es una forma de vida. Una forma de vida que se celebra con comida, bebida y buena compañía. Y eso es lo que se vivió en Palma este jueves, una verdadera fiesta en honor a una tradición que ha vuelto a su hogar.
La peña Oro y Plata, con su liturgia gastronómica y su pasión por la tauromaquia, ha demostrado una vez más que la cultura y las tradiciones son parte fundamental de la identidad de un pueblo. Y que, a pesar de los obstáculos, siempre hay esperanza de que regresen a su lugar de origen.
La corrida en Palma ha sido un éxito en todos los sentidos. Y no solo por el espectáculo en sí, sino también por lo que representa: el regreso de una tradición que forma parte de la historia y la cultura de Mallorca. Una tarde inolvidable que ha dejado a todos con una sonrisa en el rostro y la promesa de que volverá a repetirse en el futuro.
En definitiva, la tarde del jueves en Palma fue una celebración de la vida, la cultura y la tradición. Una tarde en la que la fiesta, la emoción y la alegría se fusionaron para dar la bienvenida a un regreso muy esperado