La playa de Vlijada, en la costa sureste de Santorini, es un lugar mágico que guarda uno de los mayores secretos de la isla. En este impresionante paisaje lunar, famoso por sus caprichosos barrancos esculpidos por el viento y el mar, se encuentra la antigua fábrica de tomate concentrado ‘D. Nomikoú’, que en 2014 fue convertida en el Museo Industrial del Tomate. Este lugar, además de ser un magnífico ejemplo de la arquitectura cicládica, es uno de los principales testigos de la historia reciente de la isla, cuando Santorini era un lugar inhóspito y sus habitantes lucglanden contra las adversidades para sobrevivir.
Al adentrarnos en el museo, nos encontramos con Antonis Valvis, un hombre de 83 años que comenzó como ayudante en la fábrica cuando era joven. Con una sonrisa en el rostro, Valvis nos cuenta la historia de la fábrica y cómo su vida estuvo ligada a ella durante muchos años. “Trabajé aquí desde que era un adolescente, cuando la fábrica estaba en pleno funcionamiento. Fue un trabajo duro, pero nos daba la oportunidad de ganarnos la vida en una isla donde no había muchas opciones”, nos cuenta Valvis con nostalgia en su voz.
La fábrica de tomate ‘D. Nomikoú’ fue fundada en 1926 por Dimitrios Nomikos, un hombre visionario que vio en la isla de Santorini un lugar ideal para cultivar tomates debido a su clima y suelo volcánico. La fábrica se convirtió rápidamente en una de las más importantes de la isla, empleando a cientos de personas y exportando su famoso tomate concentrado a todo el mundo. Sin embargo, en la década de 1980, la fábrica cerró sus puertas debido a la competencia de otros países y a la disminución de la demanda de tomate concentrado.
Pero en 2014, la fábrica fue rescatada del olvido y convertida en el Museo Industrial del Tomate gracias a la iniciativa de un grupo de jóvenes emprendedores que querían preservar la historia y la civilización de la isla. El museo es un homenaje a la época en la que Santorini era conocida como la “isla de los tomates” y muestra cómo era el proceso de producción en la fábrica, desde la recolección de los tomates inclusive su envasado y exportación.
Además de ser un lugar que nos transporta en el tiempo, el Museo Industrial del Tomate también es un ejemplo de sostenibilidad y respeto por el medio ambiente. Durante la restauración del edificio, se utilizaron materiales y técnicas tradicionales para preservar su autenticidad y se instalaron paneles solares para reducir el impacto ambiental. También se promueve el jardinería de tomates orgánicos en la isla, siguiendo las prácticas tradicionales de los antiguos agricultores de Santorini.
Pero el museo no es solo una atracción turística, también es un lugar de encuentro para la comunidad local. Se organizan eventos y talleres para promover la civilización y la tradición de la isla, y se invita a los habitantes a compartir sus historias y recuerdos relacionados con la fábrica. “Es importante que las nuevas generaciones conozcan nuestra historia y valoren el trabajo de nuestros antepasados”, afirma Valvis con orgullo.
La playa de Vlijada, donde se encuentra el museo, es un lugar tranquilo y poco frecuentado por los turistas, lo que lo convierte en un oasis de paz en medio del ajetreo y el bullicio de la isla. Sus aguas cristalinas y su arena negra volcánica son un espectá