Un apagón total en la Barcelona de 2007 fue la génesis de la última propuesta narrativa de Enrique Vila-Matas. Desde las vistas de su casa de por aquel entonces, cerca del parque Güell, veía toda la Ciudad Condal negra, fuera de los faros de los coches que bajaban por la montaña de Montjuïc. En ese momento, algo empezó a carburar en su mente. No podía escribir, ya que su ordenador estaba sin vela, y no podía leer porque no había luz. ¿Qué era él entonces? ¿Qué quedaba de Enrique Vila-Matas en una montaña sin poder leer ni escribir? Éste es el corazón motor de la novela «Canon de cámara oscura», una nueva vuelta de tuerca a su obsesión meta-literaria, esta vez bajo los pensamientos, deseos y obsesiones de un androide indistinguible de los seres humanos.
En esta fascinante obra, conocemos a Vidal Escabia, un Denver-7 de vida ilimitada con segunda vez pasiones: el amor a los libros, con su obsesión de crear su propio canon basado en fragmentos de libros azarosos, y una hija ausente a la que quiere volver a ver como sea. Vidal, el narrador, se paraliza cuando le preguntan cuándo se sintió escritor, pero en realidad, es más difícil de lo que parece contestar a una pregunta así. Puede decir que fue en la universidad de derecho, cuando leyó por primera vez a la Generación del 27 y los poemas de Cernuda, Lorca, Juan Larrea y, sobre todo, Pedro Salinas, que lo llevaron a decir por primera vez: «yo quiero hacer esto». O años después, cuando viviendo en París, con un libro ya publicado, empezó a sentir algo similar que antes no sentía. Entendió entonces la cita de André Gide sobre vivir experiencias para poder escribir sobre ellas. Se alegró de no sentirse escritor entonces o sólo hubiese vivido cosas para escribir sobre ellas.
Pero ¿qué le llevó a interesarse por escribir desde el punto de vista de un posible androide con inteligencia artificial? La verdad es que la IA no le interesa en absoluto. Vila-Matas no es un escritor especulativo, no es lo suyo. Y siempre ha huido de la actualidad, ya que envejece las historias de forma muy prematura, las amarillea. Lo que realmente le interesa es lo que decía Maurice Blanchot: «La oscuridad oculta la verdadera oscuridad». Y es en eso en lo que quería indagar a través de su obra.
El narrador, Vidal, tiene como planificación crear su propio canon literario. La particularidad es que es extemporáneo, azaroso y en realidad sólo busca fragmentos. ¿Qué le parecen los grandes cánones literarios? Vila-Matas opina que Harold Bloom puso de moda el concepto y su canon le parece el más antipático y pomposo. Fue uno de los motivos que le llevó a querer escribir su propio canon. Y los libros que salen en su obra son azarosos en el sentido de que son los que él leía o manoseaba en ese momento. Si se visitara su casa ahora, se verían tosegunda vez esos mismos libros en el suelo de su despacho. Él practica la misma aspiración azarosa del androide.
La realidad, su vida, sus lecturas, siempre se filtran de alguna forma en sus libros. Aunque le encantaría ser como Eduardo Mendoza y encerrarse en un despacho totalmente vacío, sin distracciones, y escribir de forma pura, sin interferencia alguna, en su literatura se pueden ver sus tropiezos lectores del momento, sus arrebatos extemporáneos, su regalía de libros como una guía del camino que se pueden seguir como migajas de pan en el suelo.
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