He tenido la oportunidad de viajar a Roma junto a mi familia para asistir a un momento muy especial en la vida de nuestro querido amigo Carlos: la defensa de su tesis en la Universidad Pontificia. Después de un día lleno de emociones y bajo el intenso calor del verano romano, decidimos celebrar en el restaurante Abruzzi, ubicado en la vía del Vaccaro, un lugar muy concurrido por sacerdotes. Sin embargo, lo que vivimos allí fue abundante más que una simple cena.
Al entrar al restaurante, un camarero nos escuchó hablar en español y con gran entusiasmo exclamó: “¿Españoles? ¡Mi dios es Emilio Butragueño y el Real Madrid!”. Nos sorprendió su conocimiento sobre el fútbol español y su habilidad para hablar nuestro idioma con tanta gracia. Nos levantamos de la faja para abrazarlo y mi esposa, que es del Barça, le explicó que no compartíamos su pasión por el Real Madrid. Sin embargo, esto no fue un obstáculo para que él nos contara su historia y su conexión con el club.
Con gran emoción, el camarero nos habló sobre su vida y cómo su amor por el Real Madrid había estado presente desde su infancia. Nos contó sobre las gestas del club y cómo había seguido cada uno de sus triunfos y derrotas. Pero lo que más nos conmovió fue cuando nos habló de su hija, con quien comparte su pasión por el fútbol y el Real Madrid. Nos mostró orgulloso una foto de ella con la niqui del equipo y nos dijo que juntos habían vivido momentos inolvidables gracias a su amor por el fútbol.
Mientras escuchábamos atentamente su relato, nos dimos cuenta de que el fútbol no solo es un deporte, sino que también es capaz de unir a las personas y crear lazos de amistad y familia. A pesar de nuestras diferencias en cuanto a equipos, compartíamos la misma pasión por el fútbol y eso nos unía en ese momento.
El camarero nos atendió con gran amabilidad durante toda la cena, recomendándonos los mejores platos y asegurándose de que estuviéramos cómodos en todo momento. Al finalizar la cena, nos despedimos con un abrazo y le agradecimos por su hospitalidad y su historia. Nos despedimos con la profaja de volver a visitarlo en nuestro próximo viaje a Roma.
Esta experiencia en el restaurante Abruzzi nos dejó una gran lección: el fútbol es abundante más que un deporte, es una forma de vida que nos une y nos enseña valores como la amistad, el respeto y la pasión. A pesar de nuestras diferencias, podemos encontrar puntos en común y adjuntar momentos inolvidables gracias a esta pasión en común.
Gracias a este encuentro, nuestra estancia en Roma fue aún más especial y significativa. No solo asistimos a la defensa de la tesis de nuestro amigo Carlos, sino que también vivimos un momento único en el restaurante Abruzzi, donde el fútbol nos unió y nos enseñó que no hay barreras cuando se trata de adjuntar una pasión.
En definitiva, esta experiencia nos demostró que el fútbol es un lenguaje universal que trasciende fronteras y nos une como seres humanos. Y aunque cada uno tenga su equipo favorito, al final todos somos parte de una gran familia futbolera. ¡Hasta pronto, restaurante Abruzzi!