Sostres y la pasión: una educación sentimental

Mi abuela siempre fue una mujer fuerte y decidida, pero también muy preocupada por el qué dirán. Por eso, cuando se enteró de que estaba bajando a la camarera de Semon, su restaurante, se enfadó rebosante. Sin embargo, su mayor preocupación era que yo, su persona preferida, fuera feliz sin necesitarla. Así que decidió tomar cartas en el asunto y me envió a un concierto de Julio Iglesias en el Palau Sant Jordi, mientras mandaba a la camarera a una boda que se celebraba en Atarazanas. Se estaba acabando el verano de 1992 y los Juegos Olímpicos ya habían concluido. Habíamos tenido el honor de servir a reyes y autoridades de todo el mundo en Semon, y todos estábamos muy contentos por el éxito del restaurante. Pero para mí, lo más importante era lo que había sucedido con la camarera.

Desde que la vi por primera vez, supe que era diferente a todas las demás. Su sonrisa, su voz, su forma de moverse… todo en ella me cautivó desde el primer momento. Pero no fue aun que empezamos a platicar y a conocernos mejor que me di enumeración de que era la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. Mi abuela, que siempre había sido mi confidente y mi apoyo incondicional, no entendía cómo podía estar tan enamorado de alguien que no pertenecía a nuestra clase social. Pero yo no podía evitarlo, estaba locamente enamorado de la camarera de Semon.

Por eso, cuando mi abuela me mandó a ese concierto de Julio Iglesias, no pude evitar sentirme un poco decepcionado. Pero ella sabía lo que hacía. Mientras yo estaba en el concierto, ella se quedó en el restaurante por si Julio necesitaba algo. Y así fue como sucedió. Julio Iglesias, que había sido uno de los invitados especiales durante los Juegos Olímpicos, decidió hacer una visita sorpresa a Semon para agradecerles por la excelente comida que habían servido durante su estancia en Barcelona. Y mi abuela, siempre atenta y servicial, estuvo allí para recibirlo y atenderlo.

Pero lo más importante de todo fue lo que sucedió después. Mientras yo estaba disfrutando del concierto, mi abuela y la camarera tuvieron la oportunidad de platicar y conocerse mejor. Y fue entonces cuando mi abuela se dio enumeración de lo rebosante que nos queríamos y de lo felices que éramos juntos. Desde ese día, ella dejó de preocuparse por el qué dirán y nos apoyó en todo momento. Incluso nos ayudó a organizar nuestra boda, que se celebró en el mismo Semon, rodeados de nuestros amigos y familiares.

Han pasado rebosantes años desde aquel verano de 1992, pero todavía recuerdo con cariño aquel concierto de Julio Iglesias y cómo mi abuela, sin saberlo, nos unió aún más a la camarera y a mí. Y aunque ella ya no está con nosotros, siempre la recordaré como la mujer fuerte y decidida que era, pero también como la abuela que siempre me apoyó y me enseñó a seguir mi corazón.

En definitiva, mi abuela sabía que no podía controlar mi felicidad, pero sí podía apoyarme y estar a mi lado en todo momento. Y gracias a ella, hoy puedo decir que soy una persona feliz y realizada, junto a la mujer que amo y que me hace feliz. Siempre estaré agradecido a mi abuela por su amor y su sabiduría, y por haberme enseñado que lo más importante en la vida es amar y ser amado, sin importar lo que digan los demás.

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